NI ENFERMEDADES, NI TERREMOTOS ,NI PANDEMIAS, NADA DETIENE A LA FAMILIA BADILLA SANDOVAL, QUE DÍA A DÍA LUCHA POR CUMPLIR EL SUEÑO DE SU RESTAURANTE, ENTREGANDO UN SERVICO Y SABOR INOLVIDABLES

Muy bien dice el dicho que después de la tormenta sale el sol. Es que cuando alguien es capaz de sacar lo mejor de la tragedia y aprovechar las oportunidades ocultas que nos entrega la vida los sueños se pueden hacer realidad y no tienen límites.

Un claro ejemplo de esto es la familia detrás del hoy exitoso restaurante Punta Norte, una verdadera joya de la gastronomía típica de las costas chilenas. Ubicado, como dice su nombre, en el extremo norte de la preciosa localidad de Tumbes, este comedor se ha transformado, con esfuerzo y resiliencia, en un imperdible destacado por diversos expertos del mundo de la comida y cómo no por su nutrido registro de comensales.

Pero detrás de los sabrosos platos y deliciosas preparaciones hay una historia de cambio y transformación impulsada por los daños provocados por el terremoto y tsunami que los azotó con inmensa fuerza el 27 de Febrero de 2010. Más de 10 años después relatar lo ocurrido sigue siendo complejo para Claudio Avilés, dueño y administrador de este emprendimiento gastronómico, más hoy cuando las condiciones producto de la pandemia vuelven a azotar al negocio y la familia.

“Esa madrugada lo perdimos todo. El mar se llevó nuestra casa, construida por mi abuelo carpintero, se llevó todo, lo material, los recuerdos, la salud. Mi madre quedó completamente choqueada y no podía estar cerca del mar, ni siquiera verlo, era un sufrimiento. Nos pudimos quedar en Tumbes gracias a unas amistades que nos facilitaron su vivienda, pero mi mamá no se acercaba a lo que quedó de casa, ni al mar, estaba encerrada, traumada“, recuerda Claudio.

“Fue así como una vecina y amiga, para ayudarla a salir de la depresión y también enfrentar las dificultades económicas, le propuso hacer empanadas y así empezó este sueño”, relata con emoción el hijo de doña Ana María Badilla Sandoval, quien con 70 años y con problemas de movilidad sigue siendo el alma y corazón de este emprendimiento familiar. Usaron la receta de mi abuela y se pusieron a vender, pocos meses después del terremoto, en una mediagua que pusimos donde estaba la casa y la gente empezó a llegar. Se fue corriendo la voz, a la gente le gustó y ahí vi la posibilidad de transformar esto en nuestra fuente de ingresos, porque veía a mi madre muy feliz luego de todo el sufrimiento”, comenta Avilés.

LA HISTORIA DE LA VIDA

Y aunque la narración ya remece, es sólo parte de lo que ocurrió con Claudio y su madre aquella fatídica madrugada, el protagonista nos relata.

“Tuve la suerte de venir de una familia de pescadores, de madre modista y nieto de carpinteros navales. Fui hecho, nacido y criado en Caleta Tumbes. Tuve la suerte de que me dieron la posibilidad de estudiar, saqué mi título y estuve trabajando casi 6 años en el extranjero y estaba en Valencia, España, cuando pasó lo que pasó. Me enteré de lo que estaba pasando en Chile, que Talcahuano había prácticamente desaparecido, lo mismo con mi amada caleta y mi mamá ahí sola, en primera línea de mar y decían que todo estaba destrozado… Se me cayó el pelo, no hallaba qué hacer, fue terrible, terrible. Mi primera reacción fue decir ‘me voy, ahora, me voy inmediatamente’, en cuanto supe que mi mamá estaba viva dije ‘me voy’. Mi jefe en ese momento me calmó, me hizo entender de que no había forma de llegar donde mi mamá, porque todo estaba colapsado, en ruinas. Afortunadamente ya podía tener contacto con ella a diario gracias a un familiar y me quedé en España a terminar los proyectos que tenía pendientes y en noviembre regresé a Chile”.


“Apenas llegué comencé a reconstruir la casa, llamé a mis contactos para mover la pega y así partió todo. Invertí todo lo que tenía de dinero para parar la casa, que era lo principal. Luego de años de ir a trabajar para luego llegar a ayudar a mamá, en 2017 dejé mi trabajo en Arauco y me aboqué solamente a Punta Norte y lo que hacemos acá me encanta y me recuerda cada día lo orgulloso que estoy de mi madre, de cómo siempre ha sabido tirar para adelante la carreta, como madre soltera, haciendo absolutamente de todo para que yo pudiera estudiar, crecer como persona”, dice al borde de las lágrimas el ingeniero electrónico

EL RESTAURANTE

Tras esta nueva etapa de alegría decidieron reconstruir la casa con la idea de poner un pequeño local, un poco más grande de lo que tenían, para que su doña Ana María pudiera seguir con su pasión, la cocina. El éxito no tardó en llegar.

Pero como todo lo bueno en la vida, el camino fue tortuoso. Claudio trabajaba de lunes a viernes como ingeniero eléctrico en Yungay y llegaba el fin de semana para construir y luego para ayudar a su madre en el local. Así pasaron dos años, hasta que finalmente lograron terminar la casa y el 2013 inauguraron Punta Norte.

“A pesar de no tener experiencia más allá de los años o la posibilidad de comer en algún restaurante afuera lo cierto fue que los clientes se iban felices con la comida, con los detalles de los platos y con el servicio que brindábamos. Mi madre era la encargada de cocinar con ayuda de gente de la localidad y con amigas. Las recetas de familia rindieron frutos y como mi madre antes era modista los platos también salían estéticamente lindos de la cocina. Eso se sumó a las buenas prácticas y excelentes materias primas y comenzamos a atraer a los clientes”, relata Claudio, quien sigue supervisando y ayudando en cada una de las tareas del restaurante.

Fue tanta la demanda, sobre todo los fines de semana, que ya para el 2018 decidieron ampliarse y habilitar un segundo piso. En pocos años pasaron de tener 3 personas bajo su mando a más de 15, 9 en cocina donde todos son de familia de pescadores, amantes de la comida.

“La ampliación se hizo pensando en los abuelitos y abuelitas, porque muchas veces llegaban familias y tenían que esperar afuera a pleno viento porque estábamos llenos. Llegamos a 23 mesas, con una vista espectacular y logramos así a tener más de 100 personas en un servicio de sábado o domingo”, agrega.

COMUNIDAD Y SECRETOS

Claudio nos confiesa que el éxito del restaurante familiar se basa en algunas cosas fundamentales. En primer lugar la pasión y amor con que hacen las cosas, el segundo rodearse de gente con la cual generan mutua confianza y en tercer lugar brindar una mano a su vecinos.

“Gran parte de quienes trabajan con nosotros son de la caleta, vecinos y amigos, gente que conocemos y que sienten la misma pasión que nosotros por la comida y el servicio. Por otro lado, muchos productos que utilizamos también salen de este lugar como la jaiba o el congrio y otros pescados de roca que los compramos a nuestros buzos, así como también mariscos como el piure , la almeja, la cholga o el erizo. Los otros que no son de esta zona como el salmón, la merluza austral o los camarones, por ejemplo, los trabajamos con proveedores seleccionados que trabajan hace años con nosotros y en los que confiamos a ojos cerrados. Por lo mismo, nuestra huella de carbono es muy baja”, revela el ingeniero.

Estos y otros elementos los han hecho acreedores de un buen número de reconocimientos como certificaciones de Sernatur, el haber participado de importantes eventos como la Apec o la fecha del Rally Mundial y el sello de excelencia de Tripadvisor. Son cosas que los impulsan a seguir adelante, buscando siempre mejorar.

COVID-19 ¿UN SEGUNDO TERREMOTO?

“La verdad es que esto nos ha pegado fuerte, pero la diferencia es que ahora sabemos que vamos a seguir en la misma línea, que podemos tirar para adelante otra vez. Con el terremoto se nos fue todo y no sabíamos qué hacer, salió el restaurante de la nada. Lo de ahora nos remece pero vamos a seguir fuertes en lo que sabemos hacer, que es la comida de costa. Nos estamos reinventando hasta que esto pase”, dice Claudio sobre cómo les ha afectado la actual situación marcada por la pandemia.

Lo cierto es que nunca pensaron en hacer reparto a domicilio, pero en este punto ha tomado la decisión de arriesgarse y probar porque necesitan trabajar y seguir haciendo lo que aman.

“El tema es que nuestro fuerte era la llegada del comensal, con la vista frente a la isla Quiriquina, con la recepción, el servicio. Pero llegamos al punto en que vamos a tener que hacer delivery, porque tenemos que movernos, hay cuentas que pagar, créditos, responsabilidades. El problema es que estamos muy lejos, pero tenemos que representar lo que nosotros hacemos, que es buena comida, buena presentación y tratar de transmitir esa especial sensación de comer frente al mar, que es inigualable”, explica el propietario.

PARA MÁS INFORMACIÓN DE VALORES Y CARTA ESPECIAL DE DELIVERY VISITA SU INSTAGRAM @puntanortetumbes

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