Tras más de 40 años de ejercicio Marcelo Torres Duffau es sin duda uno de los abogados especialistas en el área penal más destacados y reconocidos del Gran Concepción, de la región e incluso del país. Apasionado y meticuloso en su trabajo, este vecino de Idahue ha sabido dejar su huella en el mundo del derecho, no sólo ‘ganando’ casos muy complejos, sino que marcaron a más de una generación de abogados penalistas que pasaron por sus clases en las aulas de la Facultad de Derecho de la Universidad de Concepción durante los más de 20 años que pudo ser docente.

En el último tiempo su nombre ha salido mencionado con frecuencia en la prensa incluso a nivel nacional, pues asumió la defensa de personas en el marco del reconocido caso SQM, que comenzó en 2015 y aún falta largo tiempo, según el propio Marcelo Torres confiesa, para llegar a una resolución final. A pesar de la exposición pública y mediática, el abogado asegura que no ha tenido repercusiones para él en el plano familiar ni social, pues a esta altura de su carrera ya no se hace problemas y la separación entre lo profesional y lo personal está más que definida. No se ha sentido apuntado con el dedo, como se podría pensar y sigue enfocado en lo importante.

Pero detrás de este reconocido defensor penal hay una historia y un hombre que ha aprendido a sacar lo mejor de la profesión a la que se dedicó.

A los 18 años no muchos tienen claro qué quiere de su vida, al menos profesional. Muchos optan por seguir los pasos de sus padres o abuelos, otros , a veces los menos, descubren temprano su vocación y se suben al tren de sus sueños. La mayoría, pensaríamos sin embargo, tomar la mejor opción disponible con respecto a su rendimiento académico y el puntaje en la prueba y se va entusiasmando en el camino, para Don Marcelo Torres, fue así.

“No sé si en mi caso entré a estudiar derecho verdaderamente por vocación, a veces yo lo pongo en duda, creo que como todo muchacho opté por lo mejor a lo que podía aspirar con lo que había obtenido como puntaje, y eso me daba derecho y así empecé a estudiar, después con el tiempo una vez que ya me recibí , más que por vocación fue por una pasión que me incliné a los temas penales, y en eso yo diría que me dediqué toda la vida profesional, no he hecho otras cosas”, argumenta el defensor que profundiza que “fueron conversaciones con profesores que me hicieron focalizar, mirar primero con atención esa zona del ejercicio de la profesión y me fui dando cuenta de que podíamos ser grandes amigos”.

Amigos se hicieron Marcelo y el derecho penal, pues llevan caminando juntos por más de 40 años, pero sin duda ha habido altos y bajos en esa amistad. Sin embargo, este abogado tiene un secreto para no poner en riesgo ni su cercana relación con el derecho penal, ni sus relaciones familiares o interpersonales, ni su salud mental.

“Bien cercano al comienzo de mi actividad profesional un profesor me dijo, mire ‘si usted se va a dedicar al derecho penal, la verdad es que lo que no puede hacer es involucrarse en los casos que va atender, si podrán sensibilizarlo pero no puede ser que usted participe en sus juicios por otra razón distinta que darle una buena atención a su cliente’. Eso la verdad es que me hizo, y también algún problema me acarreó, me hizo no involucrarme humanamente en los temas más allá de lo que le pasa a cualquier persona, pero intensificar, no. Entonces he tenido varios casos durante la vida, pero no le he dado cabida a que me marquen de alguna manera. Siempre me he limitado a lo estrictamente profesional, puede sonar duro pero me aconsejaría lo mismo que me dijo mi profesor”, dice enfático el ex docente.

En el estrado de los acusados por la opinión pública se sienta el abogado defensor, ese profesional que debe ponerse a disposición de aquellos que han cometido crímenes, para gran parte, despreciables, delitos impensados e incluso han tenido comportamientos inhumanos. El dedo apunta a su moral, a su ética, pero es ahí cuando su gen aparece y se defiende con justicia: su ética y moral no están del lado de los ‘malos’, su ética y su moral están del lado de la ley, de la justicia y de la profesión que decidieron tomar como camino de vida… la vida real es más compleja que las películas o las novelas de crímenes pasionales que podamos leer, es que el rol de defensor penal existe porque es necesario y por que muchas veces los ‘malos’ pueden ser inocentes (o al menos no tan malos) y eso sí lo hemos visto en las películas.

Marcelo Torres, es ese tipo de abogado que tiene claro que su ética personal no tiene nada que ver con su ética profesional y que al momento de asumir un caso todo pasa al papel, a los libros, a los códigos, que toda emoción que pueda abordar el tren debe quedar de inmediato deportada.

“Para atender un caso hay que aplicar la teoría, porque claro en las películas o en las noticias, parece que los abogados que se dedican a lo penal, fueran personas que tienen una bonita forma de hablar, pero tras esos discursos y grandilocuencia, generalmente en las defensas exitosas está la aplicación de una teoría que no es fácil de asimilar. Si uno no le da cabida a la opinión, a lo que se llama el sentido común en lo que insta porque se aplique la normativa legal, la verdad es que no tiene cabida esta cosa de sensaciones o emociones”, explica Torres y ejemplifica gráficamente.

“Yo me lo imagino como si un médico operara a un paciente y al ver la sangre se intranquilizara. Yo creo que él no se intranquiliza porque entiende técnicamente que eso tiene que ocurrir y que es sangre y que va por buen camino y que está haciendo las cosas bien, lo mismo que un kinesiólogo o una enfermera, etc. Yo sólo al entrar a una clínica ya me intranquilizo, pero veo al personal, con esos turnos que hacen y sé que hacen las cosas de acuerdo a lo que profesionalmente entienden, sé que deben hacer su trabajo aplicando razón a las cosas y las sensaciones y emociones deben pasar a segundo plano. En la abogacía funciona igual”.

En los últimos meses diversos casos de violencia intrafamiliar, femicidios y abusos han estremecido al país. La vulnerabilidad de las mujeres ha quedado expuesta una vez en un sistema que ante la opinión pública ha quedado obsoleto y es cada vez más cuestionado.

En medio de ese escenario jueces y abogados quedan desnudos ante un público y un pueblo que parece agotado de los fallos en un entramado judicial que muchos no terminan de entender y ante la abundancia de información presente tanto en medios tradicionales como en plataformas digitales y redes sociales realizar un juicio valórico parece cada vez más popular, más allá de muchas veces no tener las herramientas o información acabada para emitir tales opiniones que suelen ser violentas y espurias.

El caso de Ámbar Cornejo es quizás el que más exposición ha tenido y por tanto más repercusión entre una nación.

Uno de los puntos que más controversia generó fue la decisión de la jueza Silvana Donoso, quien otorgó libertad a Hugo Bustamante actualmente formalizado por los delitos de femicidio con violación e inhumación ilegal contra Ámbar Cornejo.

El escenario es el siguiente: en 2016 Donoso presidió la comisión de libertades condicionales de Valparaíso que otorgó la libertad condicional a Bustamante, quien fue conocido como “el asesino del tambor”, por un doble homicidio que cometió en 2005, cuando mató a su entonces conviviente y al hijo de nueve años de la mujer para luego esconder los cuerpos en un tambor metálico de 200 litros. El criminal fue condenando a 27 años de prisión, pero solo alcanzó a cumplir once, cuando fue indultado a pesar de las recomendaciones de Gendarmería de no otorgarle el beneficio. Al conocerse la situación la lluvia de críticas contra la ministro no tardó en caer, impulsándose incluso una acusación constitucional en su contra.

Para Torres la situación es más que compleja.

“No me voy a referir al caso específico de la magistrada, pero me plantearé en el tema de acuerdo a que sea aplicable a lo que yo digo… esta condición de la libertad condicional lo que hace no es aplicar mecánicamente a una determinada situación la legislación vigente sobre la base de los antecedentes que fundamentalmente proporciona gendarmería. Lo que hacen ellos es apreciar las sensaciones con el objeto de aplicarles a ella la normativa vigente, entonces hay varias situaciones en la práctica judicial, puede ser el caso de la libertad condicional, puede ser también del la libertad vigilada, esos casos se cumplen en libertad. En esta labor de apreciar el magistrado o la magistrado hace un esfuerzo importante, considerando los antecedentes que no son vinculatorios, pero que sí debe apreciarlos y tomar una decisión”, parte considerando el abogado y vecino de Idahue.

“Yo no pongo en duda que los jueces lo hacen así verdaderamente. Descarto cualquier posibilidad de negligencia y mucho más de dolo o de mala intención. Lo que puede ocurrir es que esta apreciación no le guste a la población, lo que tampoco quiere decir que sea incorrecta. Quiere decir que entre lo que resumió esta autoridad y lo que entiende la población hay alguna discrepancia y en este caso se justifica porque bueno claro es un caso que ha sensibilizado mucho, que es muy dramático y brutal, pero no por la decisión que tomó la magistrado, sino por lo que hizo la persona después de obtener el beneficio. Entonces, no creo que la magistrado, ósea, puede ser puesta en duda su decisión para comentarla, para impugnarla judicialmente, pero no me parece a mí que se llegue al extremo de intentar una acusación constitucional porque en esta vida se confunden los caminos, entonces no creo que la magistrado haya hecho cosa distinta que ejercer su función, dictando la correspondiente resolución. Como suele suceder en la vida, esta decisión puede dejar satisfechos a unos y dejar descontentos a otros, porque siempre pasa eso con las resoluciones judiciales, siempre hay dos partes, siempre hay alguien que va a quedar descontento, que no va a quedar satisfecho, que va a pensar que lo que se hizo fue una injusticia, bueno los jueces están un poco acostumbrados a eso”, profundiza Torres.

El licenciado agrega que ‘lo que se llama opinión pública es muy bueno que exista en la medida que la población esté bien informada. La prensa tiene una tarea importante que cumplir, a mí me gusta la labor que hace la prensa, alguna vez también pensé haber estudiado periodismo, pero yo noto que falta en la prensa pasión, sobre todo en aquella que nos informa diariamente, falta especialización. Por ejemplo, tribunales lo cubría un señor de apellido Honorato y ese señor ya no está en la televisión y se ha notado su falta, pero resulta que Honorato estaba desde que yo estudiaba leyes y hoy no hay un grupo de periodistas que uno dijera voy a ver, voy a leer o voy a escuchar a este u otro”.

En medio de un convulsionado escenario en diversos aspectos, la labor del defensor penalista pasa a ser fundamental también en diversos escenarios y la opinión pública seguirá cuestionando a una u otra parte considerando cuáles son las circunstancias. Ejemplos son muchos, si se libera a un violador, si se condena a un vendedor ambulante, si se protege a un personaje involucrado en algún escándalo de corrupción, si se declara culpable o se envía a prisión a un joven por defenderse de abuso policial y un largo etc. Del lado de que ponga el defensor, ahí tendrá su propio y muchas veces inmerecido juicio.
Sin embargo, para Marcelo Torres Duffau, esto es una pasión y sobretodo un trabajo donde los límites deben marcarse claramente para no sufrir. Tras cuarenta y dos años de ejercicio en esta área, que ha sido su amiga desde el momento de egresar de la carrera, varias son las cosas que resumir y en conclusión, ver el vaso medio lleno es un camino muy adecuado.

“El derecho me ha entregado una forma de ver la vida, especialmente la vida social, me ha llevado a hurguetear por distintos caminos e incluso a veces algunos recovecos, uno parte leyendo derecho penal y termina leyendo el Crimen y Castigo de Dostoievski o de algunos de los sociólogos de la actualidad, porque el área de las ciencias sociales, donde está ubicado el derecho como ciencia, es así, entonces eso es lo que me ha entregado. Así como a un astrónomo seguramente su profesión le entrega una visión del mundo exterior, del universo, se plantea muchas preguntas ‘de dónde venimos, etc’, que puede contestar mejor que nosotros, a mí el derecho me ha dado la posibilidad de poder entender la vida social, la vida de las personas en la cultura cristiano occidental, en la que nos ubicamos”, comenta Marcelo, quien también, porque no decirlo, ha aportado su granito de arena a su propia profesión.

“Ahora ¿Qué le he dado yo al derecho?… la verdad es que el único intento que hice por darle algo, no sé si al derecho, yo creo que más bien a mis alumnos, fue ponerle harto empeño en mis clases en la Facultad de Derecho de la Universidad de Concepción, los casi 20 años que estuve como docente de derecho penal”, indica Torres que actualmente debido al sistema procesal vigente no tiene tiempo para dictar clases.


En medio de estos convulsionados tiempos y con controversiales casos en carpeta Marcelo Torres le dio a Revista Rúa un tiempo para conocerlo mejor y también para conocer el complejo trabajo de los defensores penalistas, los abogados que no sólo tienen que defender a sus clientes, sino que también a ellos mismo de la muchas veces poco compresiva y hasta cruel mirada de la siempre compleja y diversa opinión pública. Caso Cerrado.

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