La destacada diseñadora y artista visual Pamela Poblete y su primera hija, la ingeniero comercial Michelle Bernand, abren su casa, su corazón y su alma para dar testimonio del profundo amor de madre e hija.

“Nunca me voy a olvidar de sus ojos cuando la miré por primera vez, la miraba, pensaba que era una muñeca, fue super potente”, recuerda con emoción Pamela Poblete, la diseñadora, destacada artista visual, pero por sobre todo madre de tres hijos: Michelle, Paul e Ignacio.

“La maternidad siempre ha sido súper importante para mí, no me imaginaba la vida sin ser mamá, no me importaba cómo, porque tú sabes que hoy uno tiene la bendición de poder serlo, pero de una u otra manera lo hubiera sido igual” confiesa la madre de tres hijos.

Fue un 13 de noviembre de 1995 cuando Pamela con tan solo 23 años se convirtió en madre, en madre de una “princesa”, madre de su “versión mejorada”, madre de Michelle Bernand.

Fue un parto complicado, semana 40 y aún la “Michi” seguía en el vientre de su madre sin intención alguna de ver la luz. Medicamentos para dilatar y comenzó el trabajo de parto que no estuvo exento de complicaciones.

“Me costó tenerla fue un parto complicado, era muy estrecha, entonces nació con fórceps y se fracturó la clavícula. Me la muestran y era una cosa arrugada”.

A las semanas una otitis que podría transformarse en una meningitis otra vez llenaba de temores a una joven madre primeriza.

“Cuando mejoró fue como gracias Dios mío, pura felicidad, se salvó de dos, primero la clavícula y después la otitis”, recuerda como un momento difícil y en el que enfrentó por primera vez los temores de ser madre.

Egresó de diseño, se casó enamorada y a los pocos meses se embarazó y no es que haya sido una sorpresa porque, para Pamela, desde muy pequeña ser madre fue una prioridad en su vida y Michelle era muy esperada más aún porque su familia está compuesta principalmente por hombres.

“Cuando supimos que era mujer fue una ilusión aún mayor, aunque al principio no quisimos creer hasta que nació”, nos relata Pamela quien en ese tiempo estaba trabajando en una empresa de diseño e iluminación en Santiago con una jornada laboral completa, sin embargo, al momento de saber que se convertiría en madre ella conversó con su jefe de aquel entonces y le dijo que una vez que naciera su hija ella dejaría de trabajar.


“Yo esa vez hablé con mi marido y le dije yo voy a dejar de trabajar, tendré que comprarme menos chalecos, comer menos pero para mí esa fue mi opción porque yo podría haber vuelto a la oficina poner a Michelle en una sala cuna y no quise, después nació mi segundo hijo, Paul y me dieron la posibilidad de trabajar medio tiempo en esta misma empresa y así fueron los niños creciendo, pero siempre fui una mamá muy presente, siempre prioricé el tener menos lujos, la verdad es que nunca pensé que hoy iba a poder darme una vida confortable” confesó.

Hoy con 50 años, Pamela recuerda la maternidad como algo natural “yo si salía, salía con ellos, subía la pelela al auto, bañaba a los tres, siempre he sido muy hacendosa, muy rápida, yo creo porque era joven y la juventud me ayudó mucho a tener esa energía” a pesar de ser joven Pamela sentía una madurez en la maternidad “sabía que tenía las herramientas, yo escuchaba de otras mamás como eran de aprensivas y sentían miedo y yo sentía que era capaz de hacer todo. Organicé mi vida, a ratos también lo pasé mal como muchas mamás, pero no siento ningún arrepentimiento de haber optado por esa vida, no siento que me postergué, siempre tuve esa tranquilidad, yo aspiraba a ser mejor mamá que mejor profesional, no sé, como que sentía que eso iba a llegar”

Aun así la llegada de Michelle trajo consigo el nacimiento de una nueva Pamela.

“Era una niña recién egresada de la Universidad, recién casada. Yo creo que en el fondo que había que tomar una responsabilidad de madre y yo me sentía plena. Crecí porque tenía a mi ‘Michi’ que dependía de mí, siempre he sentido que los hijos son de uno, pero no 100%, pero tenía que cuidarla, nunca más era sólo yo, ahora era ella y yo y comenzó una nueva etapa de amor, aprendizaje, porque nadie nace sabiendo ser madre y de mucha alegría por supuesto”.

Pero además la llegada de Michelle fue todo un hito en la familia, primera nieta, primera niña, fue el regalo para una familia muy achoclonada y de puros hombres, “la ´Michi´ fue toda una sensación, además nació tan linda, con esos ojos azules, me sentía dichosa” ríe.

Música clásica a la hora de dormir era parte de la rutina de esta madre, porque a pesar de llevar una destacada artista en su interior y que a juicio de muchos esto podría significar una vida más relajada para Pamela las reglas en su casa fueron ley, “por ejemplo, el niño al coche. Yo soy diseñadora por ende mi casa siempre la mantuve como quise, nunca saqué nada, pero si armé sus espacios”.

Pamela es una mujer de personalidad fuerte, sin temor a decir lo que piensa, extrovertida, con ‘pachorra’ como se puede decir, sin embargo, ha sido Michelle quien en ocasiones la contuvo en momentos difíciles.

“Yo a ella la contuve de niña y hay épocas de mi vida en la que ella también me ha contenido. No esperé que en algún momento difícil ella me sostuviera y así fue, dije ‘chuta’ al ver que tenía una hija tan madura y eso me dio mucha felicidad” recuerda emocionada.

“La ´Michi’ significa luz, es mi cable a tierra, ella es mi compañera, es súper responsable, ingeniosa. Estoy tranquila de la mujer que formé, me siento súper orgullosa de la hija que tengo. La describo como una mujer inteligente, generosa, responsable, empática, criteriosa, ¡uff! Podría decirte muchas cualidades…ella es una linda mujer” agregó.

¿Existe algún tema pendiente con tu hija?, le preguntamos. “No, nada pendiente y por eso te hablo con harta paz y tranquilidad. La admiro, siento que es mi versión mejorada de todas maneras, siento que hice bien la pega.

¿Algo de qué arrepentirse? Continua el dialogo- “Quizás haberle dado en algunos momentos responsabilidades que no le correspondían, hablando de situaciones familiares, de la vida, en los que ella tomo un lugar que no debía, pero eso es está hablado y no pendiente, entonces hoy la relación fluye de manera súper natural” dice con honestidad.

“Yo soy súper creyente y le pido a mi Virgen que la tenga abrazada con su manto y yo me quedo con eso, con esa paz porque siento que le he dado todas las herramientas. Sabe que cuenta conmigo, no tengo ni que decírselo, sé que ella tiene confianza y puede también decirme mis errores. Yo he aprendido de la Michelle y quiero que ella no cometa mis errores… mi mayor miedo es que ella no sea feliz, pero siento que la tengo súper fortalecida, siento que la hice fuerte y que la tengo preparada para la batalla y que salga airosa”.

Desde el otro lado de la vereda está Michelle, quien desde 25 años ha compartido su vida con una mujer para la cual solo tiene buenas palabras.

“Para mí, mi mamá siempre ha sido como mi punto fuerte, pero también mi debilidad. Si ella está bien, yo estoy bien; Si ella está mal, yo estoy mal. Siento que estamos súper conectadas” confiesa Michelle ante los ojos de sorpresa de su mamá: “eso no lo sabía”, dice Pamela.

“Es que con mi mamá somos de personalidades muy distintas, yo soy muy reservada, mi círculo de confianza es muy pequeño, pero con ella siempre he tenido la confianza de decirle todo, si tengo algo que decirle se lo digo y eso es como súper bonito y tranquilizador para mí sentir esa confianza de saber que siempre le voy a poder decir lo que sea en cualquier momento o situación. A veces soy yo la que le dice las cosas y me dice que tengo razón y otras veces es ella y al final es a la única a quien le hago caso” agregó la “Michi”.

¿Hay algo que cambiarían la una de la otra?, les preguntamos.

“Yo creo que la personalidad a veces para mí es muy avasalladora, por ejemplo, en reuniones de apoderados yo me moría de vergüenza porque nada se lo guardaba y yo soy más reservada, pero a veces me voy al chancho, yo le digo ‘mama no cuentes tanto’ dice la Michi “y yo la pondría más extrovertida, siempre nos decimos eso” continúa Pamela, entre risas cómplices.

A pesar de sus personalidades extremadamente diferentes las miradas cómplices, las sonrisas y mucha admiración son los ingredientes que componen la relación de esta madre e hija quienes en ningún momento dejan de tocarse y dar cuenta de lo mucho que se quieren y admiran “lo que más admiro de mi mamá es su fortaleza y dedicación, de siempre estar con nosotros, de estar pendiente, de saber que siempre podemos contar con ella y como mujer, su fuerza, su espíritu, tiene una luz, es que somos tan distintas y siempre he admirado de ella eso que yo no tengo, ella tiene personalidad, le cae bien a todo el mundo, puede conversar de la nada con cualquier persona, de verdad, es brillante.

“Siempre me inculcó el valor del respeto, el respeto como a tu familia y a los demás, como que siempre tengo eso. Nunca he visto a mi mamá faltarle el respeto a alguien de la familia o a sus pares o con las personas que interactúa y también la generosidad, me enseñó que nunca debo dar para recibir algo a cambio”.

Aun así Michelle reconoce que ya de adulta pudo ver en su madre estas cualidades “antes decía ‘pucha que es pesada’ no entendía sus retos, pero ahora agradezco todo eso, como fue ella conmigo, como me crió, todas las pataletas valieron la pena porque es ahora ya de adulta que haces ese cambio de chip y le tomo el peso y valoro todo lo que hizo por mí, los problemas que pudimos haber tenido en algún minuto ya se conversaron, entonces ya es distinto y como yo tengo 25 años ya pasaron esas etapas de peleas ‘tontas’ y los puntos más delicados también están conversados y hoy tenemos una relación que fluye”.

¿El momento más lindo juntas? Es la siguiente pregunta. Ambas coinciden en sus viajes madre e hija.

“Hemos tenido la oportunidad de viajar las dos solas y para mi sorpresa nos hemos llevado súper bien, porque una cosa es que nos llevemos bien el día a día, pero convivir sólo con ella diez días es otra” ríe Michi, a lo que su mamá agrega que “es verdad, nos hemos llevado de lo mejor y nos hemos aprovechado la una de la otra”.

¿El lugar favorito’ ¡Marruecos! Responden al unisono, “fue un viaje en el que no tuvimos ningún problema”, complementa Michelle.

Pero es en el día a día donde ambas también comparten “los almuerzos y las cenas u onces son sagradas, siempre ahí nos pegamos nuestras largas chacharas” dice Pamela a lo que Michelle responde también que “cuando llegó de la oficina me voy directo a ver a mi mamá”.

Es ese día a día el que Pamela sabe que en algún minuto terminará, Michelle tiene 25 años, está trabajando y más temprano que tarde se independizará.
“Me estoy preparando para ese momento, siento que hay que prepararse”, dice la diseñadora.

Lo que Michelle tiene claro es que por ahora su decisión está en trabajar en Concepción, por lo que a pesar de no verse diariamente cuando ella deje el hogar, si estarán muy cerca “eso nos tiene tranquila porque vamos a estar cerca igual” reafirma.

Una gran noticia para Pamela, porque si dentro de sus deseos siempre fue ser madre el ser abuela también es un anhelo “no sé si tengo ansias de ser abuela pero estoy preparándome. Yo creo que ahí va haber un ítem, yo creo que un chip me va a cambiar. Dios quiera experimente esa experiencia porque yo nunca fui de mucha paciencia aunque hubiese tenido muchos hijos, pero el nieto o nieta me hace ilusión y no sé cómo voy a ser…. ósea yo ya pienso en la silla del auto”,ríe.

Ha pasado cerca de una hora de una intensa, emocionante y honesta conversación, pero antes de terminar les pedimos que realizaran un ejercicio. Les queremos pedir que se miren y se digan lo que nace de lo más profundo de su corazón:

Pamela: “Te amo, que más te puedo decir”

Michelle: “Sé que siempre voy a estar contigo y sé que también sabes que siempre voy a estar contigo. ¡Gracias! Porque todo lo que soy ahora es gracias a ti.

Pamela (emocionada): Te agradezco que me ames con todo y a pesar de todo. Me siento orgullosa de ti.

Y así es como nos quedamos sin palabras.

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