Parece imposible escapar del impacto que ha tenido la pandemia de Covid 19 en nuestro mundo y en nuestras vidas. Lo más complicado es cuando esas cicatrices son poco observables o pasan desapercibidas.

Evelyn Sepúlveda Ferrada ejerce la fonoaudiología desde hace más de 15 años, cuando egresó de la carrera en la Universidad Mayor en Santiago. Hace más de 10 años, llegó a Concepción buscando nuevos desafíos.

“Al llegar a Concepción, no fue fácil encontrar trabajo, ya que el mercado laboral para fonoaudiólogos estaba saturado. Después de un tiempo, ingresé a la Universidad del Desarrollo como docente de la carrera de Fonoaudiología, en el área infantil. En paralelo, trabajé en escuelas municipales de Concepción y en escuelas de lenguaje de Coronel. Desde el 2014, me estabilicé, ejerciendo como fonoaudióloga en el proyecto de integración de una escuela municipal de Coronel. Además, hace dos años realizo atención particular a domicilio. En Santiago siempre realicé atención domiciliaria, pero cuando llegué a Concepción no conocía a nadie ni contaba con redes profesionales de contacto. Después nació mi hija, con lo que disminuyó mi disponibilidad de tiempo”, nos cuenta la vecina de Andalué, lo que da pie para analizar las necesidades que surgieron en su campo a raíz de la crisis sanitaria.

“Durante la pandemia, algunas personas solicitaron mis servicios de forma remota, principalmente para sus hijos pequeños. Ante la creciente cantidad de solicitudes, me decidí a retomar los servicios a domicilio. Abrí mi cuenta de Instagram, que me permitió compartir con la población algunos contenidos sobre el desarrollo del lenguaje y de la comunicación en sus hijos. En general, existe un desconocimiento del tema, y los papás normalmente esperan a que el pediatra derive a sus niños al fonoaudiólogo. Sin embargo, muchas de estas derivaciones son tardías. Actualmente, trabajo en coordinación con el doctor Raúl Barría Romero. Como pediatra, él me deriva a algunos de sus pacientes de forma oportuna, lo que nos permite intervenir a partir del año y medio de edad, aproximadamente ”, explica la especialista, que revela cómo percibe las situaciones derivadas en los a partir de las cuarentenas, las clases online y el teletrabajo de sus padres.

“Los desfases del lenguaje siempre han existido, pero se miraban de otra forma. Hace alrededor de 15 años, cuando yo estudiaba el pregrado, se solía recomendar la intervención fonoaudiológica recién a los 3 años de edad, si el niño o niña presentaba alguna dificultad de lenguaje o comunicación. En la actualidad, sabemos que eso puede ser muy tarde: un niño de año y medio que no se comunica, que no dice algunas palabras, ya presenta un desfase y debiese requerir una intervención.”

Durante la pandemia, en el periodo de restricción de salidas, los desfases del lenguaje fueron más notorios para los papás. En primer lugar, los padres o cuidadores estuvimos más pendientes de cómo nuestros hijos se comunicaban. Al compartir todo el día con ellos, pudimos realizar observaciones y comparaciones, como ‘el hijo de x tiene la misma edad y habla más, o mejor’. Por otra parte, para muchos padres, la modalidad de teletrabajo significó más horas frente al computador, menos interacciones sociales directas y menos períodos de juego con sus hijos. Esto retrasa y empobrece el desarrollo del lenguaje y se generen desfases”.

“La comunicación comienza a desarrollarse durante el primer año de vida y lo hace, principalmente, por medio de la interacción social, no sólo por la imitación. Si un niño pasa mucho tiempo solo, sus hermanos más grandes no juegan mucho con él, o es hijo único con papás con exceso de trabajo, probablemente presente algún desfase. Durante los periodos de cuarentena, la imposibilidad de acceder a salas cuna, jardines infantiles, escuelas y colegios, la dificultad en acceder a redes de apoyo y el temor al contacto directo, sin duda agravaron estos cuadros”, agrega Evelyn.

De acuerdo a la fonoaudióloga, el desfase en el lenguaje en los niños se nota principalmente en su tardanza en comenzar a hablar, diagnosticándoseles como “hablantes tardíos”. En base a la intervención que reciban, se reporta que alrededor del 50% de estos niños alcanza un desarrollo típico del lenguaje y la comunicación. El 50% restante requiere una intervención más larga, pues son niños menos permeable al tratamiento y presentan una probabilidad más alta de cursar un trastorno del desarrollo del lenguaje.

“El problema es que la sola evaluación de un niño pequeño no permite predecir su evolución. Por lo mismo, el desarrollo del lenguaje y de la comunicación requiere una atención prioritaria, que no puede esperar hasta el tercer año de vida. Un niño que presente algún problema de lenguaje debiese comenzar una intervención a los dos años de edad como máximo”, afirma.

MÁS SECUELAS OCULTAS DE LA PANDEMIA

Evelyn, como otros profesionales que se desempeña en el área de la educación, se ha percatado que, en niños en etapa escolar, la falta de escolarización ha generado problemas que deben ser atendidos de manera integral.

“Parece claro que las clases online no logran los mismos objetivos, no se puede enseñar ni aprender lo mismo, no todos los niños cuentan con el mismo nivel de acceso a Internet. Además, todos los niños tienen formas distintas de aprendizaje y, durante la pandemia, el uso exclusivo de pantallas dificultó el abordar esa complejidad. Por ejemplo, para un niño con dificultad de atención, el verse forzado a estar frente a una pantalla durante 40 minutos afecta severamente la calidad del aprendizaje. Entonces existe un desfase académico importante con respecto a lo esperado: muchos niños de kínder no dominan los aspectos básicos, teniendo un nivel académico comparable a un niño de Medio Mayor; niños que cursaron primero y segundo básico que no aprendieron a leer ni escribir; u otros que, en tercero básico, recién comienzan el proceso de la lectoescritura. Si un niño aprende a leer tardíamente, se verán afectados su comprensión lectora, su lenguaje, su vocabulario y su éxito académico. La pandemia nos afectó a todos, en mayor o menor medida, pero pienso que los niños son los más afectados”, dice con énfasis la profesional.

MANOS A LA OBRA

Resolver este tipo de problemas es parte de la labor de los profesionales dedicados a la “estimulación temprana”, un concepto amplio que resumidamente significa, de acuerdo a Evelyn, “crear las oportunidades para que el niño o niña pueda experimentar y explorar el mundo que lo rodea, de acuerdo a su propio ritmo de desarrollo y sus características individuales para ir dominando de forma gradual habilidades cognitivas, motoras, socioemocionales y de lenguaje”.

En este sentido, la labor del fonoaudiólogo comienza con la detección de falencias o desfases, a partir de una evaluación.

“Siempre comienzo con una evaluación, que divido en dos partes: la primera consiste en una entrevista con los papás o cuidadores, donde recopilo antecedentes del niño: con quién vive, quién lo cuida durante el día, si va o no va al jardín, antecedentes del embarazo, del desarrollo psicomotriz, del desarrollo del lenguaje, antecedentes médicos o accidentes sufridos, uso de chupete o mamadera, etc.. La segunda parte es la evaluación propiamente tal. Cuando son más pequeños, de entre 1 año y medio a 3 años, se realiza una evaluación de sus habilidades comunicativas , lingüísticas y de juego. Cuando aún no hablan, quiero saber eso cómo se comunican, qué hacen cuando quieren pedir algo, si se vinculan a las personas y a los objetos, si logran interactuar, etc. Toda esta información se captura a través del juego: llevo muchos juguetes y estructuro algunos juegos. Sin embargo, generalmente los pequeños exploran los juguetes, mientras les voy guiando para observar aquellos aspectos relevantes. Aun así, son libres de jugar con lo que se les ofrezca, ¡y lo hacen!”, explica Evelyn.

“En algunas ocasiones, también les pido a los padres que jueguen con ellos, lo que me permite observar las habilidades de juego de los papás. Es muy común que los papás, durante el juego con sus hijos, les formulen muchas preguntas (“¿qué es esto?, ¿para qué sirve?, ¿qué hace?, ¿cómo se llama?”), como si el niño tuviera que pasar una prueba. Observar las habilidades de los cuidadores es fundamental para la intervención fonoaudiológica, ya que mis sesiones se realizan una o dos veces a la semana, durante 40 o 45 minutos, pero el resto del tiempo es la familia la encargada de realizar la intervención. Para que esta sea efectiva, es importante corregir los errores, obviamente involuntarios, y dar a conocer nuevas estrategias y formas de juego”, agrega la fonoaudióloga.

En el caso de niños de más de tres años, además de conocer sus habilidades de juego, su vocabulario y su forma de relacionar algunos conceptos, también se aplican pruebas sobre articulación, su capacidad de emitir los sonidos correspondientes a su edad y tipo de estructuras gramaticales que usa al relacionarse con otras personas. “Es común la idea errónea de que el lenguaje tiene que ver sólo con la forma en que uno habla, no considerando los aspectos de comprensión”, añade la profesional.

“Una vez finalizada la evaluación, determino si el niño o niña requiere de apoyo fonoaudiológico y la forma de llevar a cabo la intervención”,finalizó Evelyn.

EN QUE FIJARSE

Según nuestra vecina, los niños de 2 años debieran decir al menos 50 palabras y frases de al menos dos palabras. A esta edad, se consideran palabras a las comprendidas por las siguientes categorías: palabras propiamente tales, que refieran a objetos cotidianos y a las personas con las que ellos viven e interaccionan; aproximaciones a palabras, como llamar ‘Tan’ a su hermano Sebastián; gestos, como los utilizados para acciones como: ‘dame’, ‘silencio’, ‘comer’; y algunos sonidos onomatopéyicos, como el ‘rum’ por el auto o ‘guau’ por el perro.

“El mensaje importante es que, ante la duda, siempre es mejor consultar, primero al pediatra, idealmente a alguno que trabaje en coordinación con un fonoaudiólogo. He conocido varios casos de niños de tres años que no hablan, y cuyos padres reciben el mensaje erróneo de ‘no te preocupes, ya va a hablar, es muy regalón’. Un niño regalón habla, el ser regalón no tiene que ver con el lenguaje sino con la conducta. Si el niño tiene un año y medio y no se comunica o lo hace sólo con gestos y señas, siempre es mejor consultar con un profesional. El fonoaudiólogo que lo evalúe siempre lo va a orientar en algunas actividades, tenga o no tenga desfase, ya que la estimulación temprana es a lo que apunta nuestra labor”, concluye con orgullo Evelyn Sepúlveda, una fonoaudióloga con vocación.

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